31 de agosto de 2007

...


-No, no me escuches, no quiero influirte...Pero es una pena... [...]
Continuó su charla, esforzándose porque entendiera el concepto (en realidad no era necesario, pensaba igual que él): la injusticia de que capacidad y gusto no se correspondan en igual proporción.
Concluyó algo resignado -qué más da, siempre habrá alguien mejor y no por eso vas a dejar de hacer lo que te gusta. Él tampoco se creía bueno en lo suyo. Pero también sabía que no era lo más importante.

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