Estaba agarrado a la barra amarilla de la zona central del autobús. Iba bien vestido, arreglado, como un pequeño hombrecito. No tenía más de cinco años y sin embargo su cara y sus ojos no decían lo mismo. (Hay algo más desconcertante que un niño de mirada adulta?)
Su madre hablaba de espaldas con otra transeúnte. El niño miraba atento a las dos chicas agarradas a la barra de enfrente. Intentaban hacerle reír, sin éxito. Con una de sus burlas, hizo un ademán de decir algo; apretó los labios pero al momento volvió a su actitud de serio observador. En la siguiente parada la madre cogió al pequeño de la mano y bajaron del autobús. Ya en el andén, el niño saludó efusivamente a las dos chicas mientras les dedicaba una sonrisa antes contenida. En la calle ya podía ser niño, aunque su cara dijera otra cosa.
Su madre hablaba de espaldas con otra transeúnte. El niño miraba atento a las dos chicas agarradas a la barra de enfrente. Intentaban hacerle reír, sin éxito. Con una de sus burlas, hizo un ademán de decir algo; apretó los labios pero al momento volvió a su actitud de serio observador. En la siguiente parada la madre cogió al pequeño de la mano y bajaron del autobús. Ya en el andén, el niño saludó efusivamente a las dos chicas mientras les dedicaba una sonrisa antes contenida. En la calle ya podía ser niño, aunque su cara dijera otra cosa.
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