12 de septiembre de 2007

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Estaba agarrado a la barra amarilla de la zona central del autobús. Iba bien vestido, arreglado, como un pequeño hombrecito. No tenía más de cinco años y sin embargo su cara y sus ojos no decían lo mismo. (Hay algo más desconcertante que un niño de mirada adulta?)
Su madre hablaba de espaldas con otra transeúnte. El niño miraba atento a las dos chicas agarradas a la barra de enfrente. Intentaban hacerle reír, sin éxito. Con una de sus burlas, hizo un ademán de decir algo; apretó los labios pero al momento volvió a su actitud de serio observador. En la siguiente parada la madre cogió al pequeño de la mano y bajaron del autobús. Ya en el andén, el niño saludó efusivamente a las dos chicas mientras les dedicaba una sonrisa antes contenida. En la calle ya podía ser niño, aunque su cara dijera otra cosa.

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