1 de abril de 2011

Olor a tierra mojada


  El aire era distinto. Frío, húmedo, denso pero ágil, cargado de rayos de atardecer y de aromas provenientes de diferentes corrientes cardinales. Fue con la primera respiración, y no con los ojos, como supe que estaba en lugar extraño, del que me iba llenando poco a poco por los pulmones.

  Hay personas que se acostumbran a todo, capaces de vivir la extrañeza con normalidad. La inteligencia se acerca más a cuestiones de adaptación que a las puramente intelectuales.
  El aire se volvió cotidiano pero algo dentro de mí luchaba por seguir percibiendo cualquier mínima diferencia. Por sentir que las raíces eran otras o porque la costumbre no matase tan pronto la capacidad de sorprenderme. De vez en cuando, al respirar y notar un matiz nuevo, mis labios sonreían espontáneamente.

  El viento soplaba con fuerza, renovando el aire y redibujando continuamente las nubes en el cielo. Una tormenta, no era raro. Sí lo era el olor a tierra mojada. Conocido y común, dos adjetivos que hasta entonces no pertenecían a aquel entorno. Te ví hablando de lluvias, de viajes y de perfumes mientras contenía la respiración. Antes no lo soportaba, ahora era un recuerdo más que un olor y respiraba profundamente.

No hay comentarios: